Traductor

15 octubre 2010

QUE SALGA EL SOL

Los tres niños jugaban juntos como suelen hacer los niños, también soñaban que el día de mañana serían personas importantes y se esforzaban en estudiar para cumplir sus deseos.

Por la noche dos de ellos además pedían a su Dios que el sol saliera de nuevo la mañana siguiente, además de fuerza para continuar convenientemente su formación académica. Uno lo hacía mirando hacia La Meca, el otro frente a un crucifijo, el tercero se iba directamente a la cama a dormir confiando en sí mismo para aprender las lecciones.

Pasaron los años, y a la vez que crecieron, completaron brillantemente sus estudios. Se incorporaron a sus respectivos empleos en donde desarrollaron sus conocimientos y alcanzaron en poco tiempo reconocimiento profesional.

Dos de ellos seguían pidiendo todas las noches que el sol brillase de nuevo en lo alto, y dieron gracias a sus respectivos dioses por las metas conseguidas. El tercero, de una manera racional reflexionó sobre como gracias al esfuerzo del día a día de los tres, habían conseguido cumplir sus sueños, y los tres habían triunfado. Pero a los otros dos se les quedó una espinita clavada en sus corazones, y la envidia les inundó, pues el tercero nunca pidió por que el sol volviese a brillar al día siguiente, ni dio gracias a ningún dios. A todas luces era injusto, pues ellos pensaban que se había aprovechado de sus súplicas y rezos, recibiendo sin embargo el mismo premio.

Se olvidaron de que el Sol, sale cada mañana para ricos y pobres, listos y tontos, hombres y mujeres, ancianos y niños, animales y plantas, creyentes, infieles y ateos… independientemente de que estos lo pidan o no. Y si tu no te esfuerzas, nadie te va a dar nada por el simple hecho de suplicarlo al norte o al sur, al este o al oeste.