Dicen que soñar es gratis, pero no es
cierto.
Porque para poder soñar necesitas
ilusión por algo, y la ilusión se pierde irremediablemente cuando te encuentras
en situación de desempleo y las perspectivas son prácticamente nulas de volver
a recuperarlo, como es el caso de muchas personas en estos momentos de estafa,
que no de crisis, que vivimos; también cuando tienes grandes posibilidades de
perder tu empleo o la incertidumbre de un quizá me toque a mí también.
Soñar y tener esperanza es muy difícil
cuando ves que todo funciona al revés, y que los ricos y poderosos se van de
rositas, y los pobres y débiles pierden su honra, su dignidad y su casa, pero
no la losa de sus pequeñas deudas que les sepultará hasta que acaben
devolviendo, si es que pueden, hasta el último euro con sus intereses acumulados.
Mientras, los poderes financieros, esos
que originaron la descomunal estafa, que tienen deudas escandalosas que hemos
de pagar entre todos, se permiten ponernos las condiciones de cómo hemos de
devolver el dinero que ellos deben, en vez de ser nosotros quienes, como hacen
ellos, les digamos como han de devolvernos el aporte milmillonario que el
Estado en nombre de todos, les hemos hecho para que no quiebren y arrastrarnos
a todos a la ruina.
Por todo esto, detesto y maldigo a los responsables
que no nos dejan dormir y nos quitan nuestros sueños, amparándose en una
ideología altamente perniciosa como es la neoliberal, que no ha demostrado otra
cosa hasta ahora, que sabe hacer ricos a los que ya lo son, y empobrecer al
resto mediante leyes que recuerdan demasiado a un régimen fascista.
Detesto y maldigo a quienes se permiten
decirnos que hemos de flexibilizar el mercado laboral, y lo hacen incluso desde
un despacho en el que ostentan un cargo público nombrado a dedo, posiblemente
por un familiar o amigo y con un “contrato blindado”.
Detesto y maldigo a quienes privatizan
las empresas públicas para beneficio y lucro de unos pocos.
Detesto y maldigo a quienes miden todo
en dinero y rentabilidad, y no saben lo que cuesta la felicidad, la cultura, el
ocio y el servicio a la sociedad.
Detesto y maldigo a quienes evaden
capitales a paraísos fiscales, y presumen de éxito y patriotismo.
Detesto y maldigo a quienes abogan por
una reforma de las pensiones, y se asignan ellos mismos las más altas y
escandalosas, como premio a la quiebra de sus corporaciones.
Detesto y maldigo a los que influyen
partidariamente en los mercados para su beneficio, y nos dicen que es la obra
de una mano invisible.
Detesto y maldigo a quienes fuerzan a
la baja los precios de los productos para eliminar la competencia, obteniendo
después el monopolio del sector; porque además lo hacen muy probablemente subvencionados
con las ganancias en negocios sucios.
Detesto y maldigo a quienes obtienen
grandes beneficios del tráfico de armas, personas y drogas.
Detesto y maldigo a quienes ayudan a
blanquear el dinero obtenido por medios ilegales y abusivos.
Detesto y maldigo a quienes proponen
trabajar más y cobrar menos, cuando ellos no se aplican el mismo plan moderando
los beneficios empresariales.
Detesto y maldigo a quienes están en
contra de pagar impuestos, y prefieren la caridad y la beneficencia en
contrapartida a las coberturas sociales.
Detesto y maldigo a los políticos que
han dado cobertura a las acciones ilegales y alegales del sistema financiero.
Detesto y maldigo a los representantes
sindicales que se aprovechan de sus organizaciones para beneficio personal y
sectorial, incluidas las de empresarios.
Detesto y maldigo a quienes quieren
hacer de la educación y la sanidad un cortijo privado, para uso y disfrute de
unos pocos.
Detesto y maldigo a quienes recortan
por encima de nuestras posibilidades, porque por este camino nunca hallaremos
una salida, y seguiremos ahondando en el problema que nos ahoga.
Detesto y maldigo a quienes piensan que
en un planeta de recursos limitados, el crecimiento puede ser indefinido,
porque degradamos el medio ambiente por encima de nuestras posibilidades,
hipotecando el futuro de las demás especies y nuestros descendientes.
Detesto y maldigo a quienes miraron
hacia otra parte cuando el sistema financiero se hundía a sus pies alegando
desconocimiento, pero ahora saben perfectamente que es lo que hay que hacer
para ¿salir de la crisis? (No es crisis, es estafa).
Detesto y maldigo a quienes secuestran la Democracia y la convierten en una oligarquía.
Detesto y maldigo a quienes
se dicen cristianos y, permiten y practican lo anteriormente expuesto.