La mente humana funciona de una determinada manera, que hace que
prefiramos creer que son ciertas, las cosas que nos gustaría que fuesen ciertas.
Esto es que, si nos gustaría que existiese un ente que castigase y premiase
nuestras acciones, pues creeremos en un dios que así actuase. Si atendemos a
razones y evidencias, entonces difícilmente creeremos en ningún dios.
Desconozco en qué porcentaje, pero políticamente la humanidad se
divide básicamente en “izquierda” y “derecha”; no es imposible, pero no suele
ser habitual que sin medios de adoctrinamiento, alguien cambie de una a otra
forma de pensar y de ver los problemas. Por lo tanto alguien de izquierdas,
independientemente de si es cierto o no, que oiga decir que las pensiones de
jubilación son viables, lo acogerá con gusto porque coincide con su preferencia,
y le gustaría que fuese cierto. Al igual que alguien de derechas, que escuche
decir que cuanto más ganen los ricos, “más ganarán” los pobres, le sonará a
música celestial, ya que así quieren creerlo, independientemente de ser cierto
o no.
Tan disparatado le parece al bando contrario que se diga que las
pensiones son viables, como afirmar que cuanto más ganen los ricos, más ganan
los pobres. Visto así, podría parecer que las personas contrarias a nuestra
ideología son unos desalmados, y unas mentes perversas; pero no hay que pararse
mucho a razonar para comprobar que eso no es cierto, las personas no son buenas
o malas por ser de derechas o de izquierdas.
El problema reside en que nuestras preferencias de gusto pueden ser
erróneas y las del otro bando correctas y viceversa. Para detectar este tipo de
inconsistencias, me decidí a leer libros de autores con los que no estoy de
acuerdo en sus conclusiones, para intentar comprender sus razonamientos.
Me decidí a leer “Nosotros los mercados”, “Viaje a la libertad
económica” (Daniel Lacalle), “Camino de servidumbre” y “Los fundamentos de la
libertad” (F. Hayek).
Elegí a D. Lacalle por no parecer ser un exaltado en sus ideas, y
porque parece tener buena aceptación entre sus seguidores; en estas lecturas
aparece frecuentemente F. Hayek, por lo que decidí ahondar en sus cimientos,
con esta figura ilustre del liberalismo.
El resultado es de lo más previsible, y concuerda perfectamente con
el principio de este escrito… ahora bien, traté en todo momento de razonar sus
ideas, y hay bastantes cosas en las que no les falta razón; pero en los libros
de Lacalle eché de menos mejores argumentos que respaldaran sus ideas. Hayek
argumenta mejor su ideología, aunque precisamente por eso, es más claro y deja
al aire asuntos en los que no puedo “racionalmente” estar de acuerdo con él.
Pone en duda la Democracia como un buen sistema político, cuando, que yo sepa, aunque
mejorable, no tenemos ningún otro mejor. Además de que cualquier acto “intervencionista”
en la economía, lo considera prácticamente un paso previo a una dictadura, y
cada progresista es un vago que quiere vivir de la sopa boba.
En fin, ningún bando tiene
la verdad absoluta, y será necesario un entendimiento mutuo para guiar al
conjunto de la sociedad, pero visto lo visto, lo veo muy difícil.