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29 mayo 2017

Pan y circo



Últimamente, se viene hablando cada vez con una más general aceptación, por parte de los distintos sectores socioeconómicos, de la renta mínima, ya sea de inserción o garantizada.

A primera vista, parece una necesaria medida socialdemócrata, y no dudo de la buena intención de quienes la proponen de buena fe, como un derecho inalienable.

La revolución tecnológica que se nos ha echado encima, no deja prácticamente alternativa para millones de personas que nunca encontrarán un empleo, porque simplemente ya no existen, tendremos que acostumbrarnos a que no hay trabajo para todos, y ante esta tendencia, será previsiblemente la única posibilidad de ingresos para la supervivencia de grandes masas de población.

En días pasados, escuché en un programa de radio a un economista, decir que la sociedad se divide “a grandes rasgos” en tres grupos (aunque no tienen que ser exactamente estas proporciones):

1/3 de población que ni ha sufrido la crisis, ni la va a sufrir y que además ha salido beneficiada.

Otro 1/3 de personas que aunque han sufrido la crisis y la van a seguir sufriendo, van tirando como pueden.

Y otro 1/3 que han sufrido gravemente sus consecuencias y que difícilmente se recuperarán.

Visto así el panorama, parece inevitable la implementación de una medida como la de renta mínima, para quienes no tienen otra forma de vivir. Como que, “es de cajón”, que es inevitable que una medida socialdemócrata no se atienda por lo injusto que sería no hacerlo. Un triunfo del progresismo en esta locura de sociedad capitalista.

Pero, ¿Por qué los neoliberales no ponen el grito en el cielo ante semejante mamandurria?, ¿Qué parece esconderse en los recovecos de esta renta?.

Si nos fijamos bien, una renta económica a un conjunto de población a cambio de ningún trabajo, sin esfuerzo, porque yo lo valgo, que para eso nací en este país de buena gente bienintencionada; me pregunto yo, si realmente podría no ser una medida solidaria de ayuda a personas que lo necesitan, para ayudarles a salir de esa situación, sino posiblemente, más bien una medida de caridad interesada y esclavizadora, una manera de someter y dominar a sus perceptores, por ejemplo condicionando a quién votan en las elecciones a representantes políticos, ya que si no votas a “quien debes”, podríamos retirar tal medida, y ¿Entonces de qué vivirás?...

Parece como si hubieran calculado ante la inevitabilidad de tal situación, cual es el coste de mantener tranquilos pero controlados, a los desheredados del sistema. Una especie de caridad a tanto fijo, que no hace falta que mendigues molestando y afeando la ciudad; [quédate en tu solución habitacional y no protestes, de lo contrario podrías perderla]. 

Para nuestros queridos neoliberales, la caridad es un gasto variable, y un derecho de solidaridad tributaria un gasto fijo. Ya sabemos que ellos odian los gastos fijos.

Todas estas personas amansadas, no pensarían ni remotamente en afiliarse a sindicatos (no tienen trabajo), ni organizaciones anti-sistema. Tendrían bastante con su ración de fútbol, de reality show,… lo que ha venido siendo desde tiempos remotos, “pan y circo”.